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27 ene 2015

¿A dónde vas?




Te voy a contar la historia de un hombre muy particular que a muchos les parece especial, y a mí... bueno, ¿qué te digo?, aquí voy...

Desde un lugar bastante lejano, un viajero mochilero se propuso confiarle todo su ser al amor de su vida

(y de bajada también, diríamos en Venezuela jajaja #WhateverCarla) ... El asunto es que, no fue fácil llegar a su destino... creo que se arriesgó mucho, incluso sin saber si su amada le correspondería. Aun así estaba decidido a llegar a aquel lugar sin importar lo que sucediera, para finalmente demostrarle su amor. Después de tres años de viaje consecutivo (sé lo que estás pensando, pero no, no compró pasaje en Conviasa...) logró llegar a la ciudad que buscaba. Sin embargo, se encontró de pronto en un gran aprieto. Estaba deportado en el aeropuerto de su cuidad de destino. Le hicieron la vida imposible, le pidieron demasiados papeles de identificación, no reunía los requisitos adecuados... su presencia causó mucha euforia, lo mandaban de un lugar a otro, e incluso por parecer y considerarse extranjero (casi terrorista) fue humillado delante de muchos pasajeros.

¿Y su amada? ¿Dónde estaba? Aunque no lo creas, tú conoces bien el final de esta historia... A quien este personaje buscaba estuvo presenciando todo desde el primer momento... ¿Quién es este hombre? Se llama Jesús, y su gran amor es por ti y por mí, desde hoy y desde siempre.

La verdad es que experimentar el amor tan grande de Dios para conmigo, y recordar su viaje de destino por mí (y por ti también) hacia la cruz, me hace estar profundamente agradecida. Me hace pensar también en las etapas de crisis, que no siempre son externas sino internas, dentro de cada uno de nosotros. No sé si te ha pasado que a veces piensas con demasiada rapidez que cuando Dios no te responde, nada está pasando, que Él está como ausente y se ha olvidado de ti (o ¿será que eso sólo me pasa a mí?).

La Biblia describe los acontecimientos más dramáticos y emocionantes en la vida de Jesús justo en un lugar muy particular, la ciudad de Jericó. Éste es el escenario de la maravillosa historia del buen samaritano que relató Jesús, y  el milagro que Él hizo a la entrada de esa ciudad al famoso ciego Bartimeo. Pero no sólo eso, este lugar es especial porque Jericó fue el sitio que Jesús visitó cuando estaba camino a Jerusalén, su destino final. Me llama la atención saber que Jesús siempre supo a dónde iba, sin embargo, (escribiré algo que me encantaría que se me hubiese ocurrido a mí jajaja) "Jesús también sabía que el camino era tan importante como el destino".


Hoy, estoy aprendiendo algo que me hizo contarte esta historia; camino a nuestro destino final vamos a tener que pasar muchas veces por Jericó, tal vez debamos cenar con un Zaqueo, como lo hizo Jesús, o quizás sea necesario detenernos a hablar con una prostituta, como lo hicieron en el pasado dos jóvenes espías… (Necesito detenerme aquí, y explicarte estas menciones diciéndote que lo importante del camino es aprender a estudiar, entender y amar a los que necesitan de Jesús). De esta forma resulta importante que, por tener los ojos puestos en el destino, no perdamos de vista lo que ocurre en el camino. Muchas veces olvidamos que el Espíritu Santo ya está trabajando, y si por error pensamos demasiado en nuestro destino, podemos perder el camino. Jesús siempre supo a dónde iba, y llegó. ¿A dónde vas tú?

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