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11 nov 2013

Un error muy común...




Hoy leí un poco más acerca de un personaje bíblico que posee muchísimas enseñanzas, el rey David.

Dice la biblia, que “David, ya ungido para ser el próximo rey de Israel, fue a llevar quesos a sus hermanos que se encontraban en el campo de batalla. Cuando llega allí, se encuentra con que un gigante enemigo vociferaba y retaba al ejército de Jehová. Entonces, David preguntó qué recompensa había para el que venciera al gigante, a lo que su hermano mayor responde juzgándole de soberbio”. Sin embargo, él no permitió que las palabras y menosprecio de su hermano le afectaran. Él se apartó de su hermano y se acercó a otros que le dijeron cuál sería esa recompensa.

La verdad es que, si no somos capaces de apartarnos de aquellos que menosprecian el llamado de Dios en nosotros
y conectarnos a aquellos que nos van a impulsar hacia ese llamado, el riesgo es convertirnos en una persona dependiente. Y lo único que sucede cuando dependemos de otros es que siempre nos fallan. La biblia dice: Maldito el hombre que confía en otro hombre. Mientras que Pablo escribió en la biblia que, aunque el hombre falle, Dios siempre permanece fiel.

Uno a veces tiende a buscar la aceptación de lo que somos y hacemos en alguien más ¡grave error! ya que nunca podremos agradar a todo el mundo. Es decir, no siempre lo que somos y hacemos agrada a otros.

Lo único que nosotros debemos tener claro es que hemos sido llamados para propósitos específicos. Para los que somos creyentes, seguidores, y discípulos de Dios, sabemos que tenemos una gran comisión de llevar las buenas noticias de salvación al mundo entero. Pero también a través de la multiforme gracia de Dios cada quien en distintas formas cumplirá la santa voluntad del Padre.

La pregunta que compete es: ¿En quién está puesta tu confianza? ¿En la gente que está contigo? ¿O tu confianza está puesta en Dios?


MI PUNTO: No puedes esperar y depender que otros te acepten para comenzar a alcanzar lo que Dios tiene para tu vida.
Las relaciones interpersonales son importantes y esenciales en el cumplimiento del propósito de Dios en nuestras vidas, pero no son el todo de ese propósito. Por experiencia propia, les aseguro que la gente cambia y nos puede herir y fallar, pero no porque sea mala, sino porque los tiempos, las situaciones y los años hacen que la vida cambie, y quizás muchas promesas se olviden. No hay problema con esto, porque es muy natural – lamentablemente -, pero el problema está cuando ponemos la confianza en ellos. Por eso, hoy más que nunca cree y confía en el Dios Todopoderoso que nunca nos dejará.

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